No hay nada tan convincente como algo bello… el impacto es inmediato y la emoción es auténtica y positiva. Deriva seguramente en un click.
Este verano pasó por mi Instagram el desfile de un diseñador que admiro: Simon Porte Jacquemus. Tan simple, tan estudiado, tan cuidado hasta el último detalle… imposible no sorprenderse. Imposible no regalarle mi tiempo y mis ganas de ver más. Cargado de actualidad, sin saturaciones, sin excesos, pero increíblemente bello. ¡Les recomiendo ver el video!
La belleza está presente en nuestras vidas desde el momento en que nacemos. Según estudios, el ser humano naturalmente tiende a decantarse por las cosas que le son estéticamente atractivas. Cuando vemos algo bello, lo elegimos de inmediato y tomamos desiciones en consecuencia. Existen concepciones encontradas sobre si la búsqueda de la belleza es una condición naturalmente humana o si es una costumbre aprendida. Pero lo cierto es que, sea cual sea su origen, el ser humano responde mágicamente ante lo bello, como si de un hechizo se tratara.
Por esto, si quieres impactar con tus comunicaciones, crea algo bello y armónico, trabájalo en esa dirección. Es una de las cualidades que marcan la diferencia en este mundo saturado de imágenes parecidas. Pocos valores son tan eternos y convincentes como la belleza.
Hace unos años pasé por una heladería y un seductor helado con forma de rosa (Ver) secuestró mi atención. Luego de disfrutar mirando cómo lo preparaban y admirar mi rosa helada, me dí cuenta de que el helado además de bello, era ¡buenísimo!… pero lo que me invitó a probarlo no fue su sabor, sino su “belleza”. Y además de captar mi atención, hizo que lo recuerde y que hoy esté escribiendo sobre él.
La belleza tiene la fuerza suficiente para no necesitar explicación. Persuade y punto. No necesita del raciocinio. Convence por sí misma y el resultado es indiscutible. Quiero decir… ¿alguna vez necesitaste explicación, cuando te quedas sin palabras frente a un atardecer en el mar?
¡Hasta la próxima entrada! 🙂
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